Las demandas de Durán & Durán condenan a los bancos a devolver inversión a los bonistas de Abengoa
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19/12/2017Fernando se enteró de la existencia de ARC Trader un día en el gimnasio. Un compañero del centro le comentó que había dejado sus ahorros en manos de Andrés Raúl Cano, un exfutbolista del Alcorcón Club de Fútbol metido a empresario. En cuatro meses, sus 3.000 euros se habían transformado en 6.000. Una rentabilidad que ninguna firma de inversión puede ofrecer, y menos con los tipos de interés oficiales en negativo.
Fernando, de algo más de 30 años y dueño de su propia empresa, se fio. En diciembre de 2016 invirtió 17.000 euros. Dos meses después, había ganado ya cerca de 1.700 euros, un 10% del capital inicial. El servicio de consulta ‘online’ de ARC Trader le mostraba a diario cómo se multiplicaba su dinero. Decidió invertir otros 42.000 euros cuando le dijeron que ARC iba a cumplir el gran sueño de su fundador. Raúl Cano quería conseguir que el pequeño inversor pudiera beneficiarse de las rentabilidades de la banca privada. Abriría un «banco de inversión», según sus palabras .
Fernando no escuchó a quien le decía que eso olía mal. Ni cuando se lo dijo un familiar ni cuando lo escribían en foros como Rankia. Demasiado dinero, demasiado rápido. Ni siquiera escuchó a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) cuando advirtió de que ARC Trader no tenía autorización para operar, era lo que se conoce como un chiringuito financiero. A día de hoy, Fernando ha visto menos de 1.500 euros de sus ganancias y reclama más de 80.000 euros a ARC Trader.
Este joven empresario no es el único que ahora habla de estafa. La Audiencia Nacional ha admitido este mes una querella en la que se incluyen 60 personas con una historia parecida a la suya. Una segunda querella será incorporada a esta y aglutina a otras 35 personas, más otras 20 que se sumarán a la misma. Los querellantes acusan a Cano de estafa y apropiación indebida en lo que se conoce como fraude piramidal o ‘esquema Ponzi’. Esta operativa, cuyo ejemplo más famoso es el de Bernard Madoff, consiste en utilizar las aportaciones que hacen los nuevos clientes para pagar elevados rendimientos a los más antiguos. Este sistema funciona mientras sigan entrando incautos que hagan girar la rueda; cuando dejan de hacerlo, la rueda se para y no quedan fondos para devolver el dinero a los inversores.
Algunos inversores llegaron a obtener hasta un 4% semanal. Un funcionario estatal consiguió, en menos de 12 meses, generar el equivalente a 17 años de su sueldo
Según los despachos que han llevado el caso a los tribunales, las inversiones en los productos de ARC se movían entre los 60.000 y los 100.000 euros por persona. Un caso llegó hasta los 600.000 euros. Se desconoce el número exacto de clientes captados, pero, según acredita la documentación de las querellas a las que ha tenido acceso este diario, ARC firmó contratos por 9,8 millones de euros hasta julio de 2016. Hay entre 700 y 1.200 posibles afectados, según las estimaciones más conservadoras, casi todos captados entre la Comunidad de Madrid y Málaga. Cano ha manifestado, a través de su abogado, que prefiere no hacer comentarios sobre el asunto.
El proyecto del banco de inversión, por su parte, se quedó en una licencia bancaria otorgada por la comisión financiera de una isla del Océano Índico frente a la costa de Mozambique.
La primera querella admitida, presentada por el despacho Durán & Durán Abogados (que ya trabaja en una ampliación de la misma), es la principal sobre este caso.
Raúl Cano y su equipo de 14 comerciales empezaron en 2015 a ofrecer a sus clientes lo que denominaban ‘contratos participados’, una figura completamente irregular en la legislación española. Cada mes, los beneficios obtenidos irían en un 70% al partícipe —quien firma el contrato— y el otro 30% a la sociedad. ARC proponía una inversión con rentabilidad variable con la posibilidad de ingresar directamente las ganancias generadas a los seis meses y vencimiento a los 12 meses (de 1 de diciembre de 2016 a 1 de diciembre de 2017).
Los inversores contactados por este diario destacan la aparente solvencia y el ambiente de confianza que generaba el equipo de Cano. La empresa parecía una compañía seria. Vendía un método de trabajo basado en las operaciones de seis brókeres, dos de los cuales no tenían contacto con el resto del equipo, que invertían en Forex, el mercado de divisas. Eran prudentes hasta el punto de no invertir cuando preveían grandes fluctuaciones en los mercados. Tenían una orden para detener pérdidas (‘stop loss’) que permitía que, en teoría, el inversor nunca perdiera más de un porcentaje ínfimo en una operación.
Su oficina en la calle principal de Alcorcón la había inaugurado personalmente la entonces edil municipal de Empleo, Silvia Cruz. ARC Trader había patrocinado durante toda la temporada 2016-2017 la equipación del equipo de la ciudad del suroeste madrileño, ese club que entró en la historia del fútbol con el famoso ‘alcorconazo’ (un 4-0 al Real Madrid) en la Copa del Rey de 2009. Había, además, campañas publicitarias en prensa local y nacional. Hasta finales de 2016, varios clientes sí consiguieron rescatar su dinero.
Los inversores podían seguir ‘online’ la evolución de sus ahorros, a través de unas pantallas que mostraban ganancias de hasta un 4% semanal. Un funcionario estatal cliente de ARC vio así cómo en menos de 12 meses su inversión le generaba el equivalente a 17 años de su sueldo, una suma que, sin embargo, hasta ahora no ha podido rescatar. Un trabajador del sector bancario invirtió junto a su mujer 20.000 euros en octubre de 2016 y en tres meses había generado una plusvalía de 4.770 euros. Ahora se querella por la supuesta estafa.
Un banco en el océano
En mayo de este año, llegó la primera señal oficial de que algo no cuadraba. La CNMV, el regulador financiero español, advirtió de que ARC Global Trader y Raúl Cano no están autorizados a prestar servicios de inversión. Para asesorar en inversiones, hace falta una licencia de la CNMV, y para tocar el dinero de los clientes, además, hay que constituir una agencia de valores con un capital de 300.000 euros. ARC no cumplía ninguno de estos requisitos y era lo que en la jerga se define como chiringuito financiero.
La alerta coincidió en el tiempo con la nueva idea de Cano: fundar un banco de inversión denominado ARC Bank (en realidad, los bancos de inversión son los que se dedican a las grandes operaciones empresariales, como Goldman Sachs o Merrill Lynch). Para hacerlo, necesitaría obtener una licencia de la Reserva Federal de Estados Unidos y, con ella, establecer una sede en Luxemburgo y conseguir autorización para abrir una sucursal en Madrid, bajo regulación del Banco de España. La operación costaría 30 millones de euros y aportaría un 10% mensual de rentabilidad a los inversores.
Lo que los inversores no sabían era que la licencia para operar sí se había solicitado, pero en Anjuan Comores, un paraíso fiscal en medio del Océano Índico. Solicitarla había costado cerca de 400.000 euros, como certificó ante notario. El Banco de España no reconoce ninguna entidad de este archipiélago de 300.000 habitantes.
La coincidencia de este plan y la alerta de la CNMV jugaron a favor de Cano. Varios clientes han relatado que este justificó como mero trámite el aviso del regulador financiero, que estaba esperando la llegada de la nueva licencia para operar como banco. Con vistas a acumular el dinero para la operación, ARC solicitó la autorización para traspasar las cantidades aportadas hasta la fecha a una cuenta de la entidad en una sucursal de Ibercaja.
La fecha de ‘creación’ del banco llegó a las puertas de la primera liquidación de intereses prometida por ARC. Pero, tal y como la mayoría de los clientes acreditan en la querella, los comerciales de Raúl Cano se mostraron reacios a atender a sus llamadas. De repente, algunos de ellos estaban en otra ciudad, tenían familiares de parto y otros se ponían enfermos en una misma semana. Además de la fortuna adversa, el periodo vacacional hizo que nadie pudiera hacer caso a quienes empezaban a querer rescatar su dinero.
Pagarés sin fondos
Fernando, el joven empresario, decidió entrar en el proyecto del banco. Aun así, explica y documenta a este diario que solo en agosto y tras varias broncas y gritos con un comercial de ARC consiguió recuperar la mitad de lo que sus inversiones habían, supuestamente, generado. Poco más de 1.000 euros.
La respuesta que tuvo cuando se quejó de la ausencia de liquidez fue uncorreo electrónico. Tal y como ha podido comprobar este diario, se adjuntaba la imagen que acreditaba la existencia de una cuenta bancaria con dinero, pero no en Ibercaja, donde ARC había depositado los fondos. Sino en una cuenta de Pyoneer, un proveedor ‘online’ de servicios financieros ‘offshore’. El extracto de la cuenta, fechado a febrero de 2017, sumaba cinco millones de euros.
Los clientes que ahora aseguran haber sido estafados intentaron rescatar el dinero a través de los pagarés. Pero los fondos no existían
Los clientes que ahora aseguran haber sido estafados intentaron rescatar el dinero a través de los pagarés con los que ARC contestó a sus quejas a comienzos de verano de este año. Se presentaron en la sucursal de Ibercaja de Alcorcón con los documentos contables que, sin embargo, no tenían fondos, como dejaron constancia los empleados de la entidad.
De acuerdo con la querella ya admitida, las ganancias prometidas no existían: «Se realizaba el pago de la liquidación acordada para demostrar así el cumplimiento de la promesa para que, posteriormente, el inversor volviera a realizar una nueva inversión produciéndose un desplazamiento patrimonial en favor de la mercantil o una apropiación de dicha inversión».
Alguno de los clientes intentó, sin éxito, hablar directamente con Raúl Cano. Varios de sus comerciales ya han abandonado el puesto de trabajo y al telefonillo de ARC ya no contesta nadie en horario comercial. Los supuestos afectados han empezado a movilizarse y este periódico ha podido constatar que al menos cuatro despachos legales de Madrid y uno de Málaga están preparando acciones legales contra ARC.
(Esta es una noticia de El Confidencial)